Mientras caminaba por la calle, se fijó que en el suelo había un pedacito de papel chiquito. En el papel estaba escrito: $2000. Era realmente un papel diminuto, de bordes rasgados. Se detuvo y se quedó mirando el papelito.

¿Qué es lo que costaría 2000 pesos? se preguntó, ¿quién habría dejado caer el papelito? Tal vez no lo había hecho a propósito. Quizá lo había perdido. Se dijo que, si alguien lo había anotado, sería importante.

La gente transitaba y la miraba y ella miraba al suelo, al papelito. Transcurría el tiempo. Un minuto, cinco. Hacía viento, pero el papelito no se movía, parecía pegado a los adoquines. Finalmente sacó el celular de su mochila y le hizo una fotografía. Una mujer que pasaba a su lado bajó la vista hacia el papelito y la volvió a subir y a fijarla en ella con cara de estar pensando: Pero ¿qué hace esta loca? Después de tomar la foto, caminó unos pasos y se detuvo. Echó un vistazo a su alrededor y se dio la vuelta. Con un movimiento rápido se agachó, cogió el papelito y se lo metió en el bolsillo del abrigo. Ahí fue que comenzó la destrucción del universo.

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